22 de julio 2017
Billwerder, Hamburgo
Querid@s compañer@s,
hoy tenía que hacer la cuarta raya (IIII). Ya han pasado 20 días desde que una de las unidades especiales de la policía en Hamburgo cobardemente y brutalmente me echó por tierra, me detuvo y me encarceló. Apenas me detuvieron, impidieron que gente solidaria en la calle pudiera acercarse y ayudar, o que los que habían visto todo desde los balcones pudieran comunicar conmigo. Comenzaron en seguida a registrarme, echaron todo a tierra, pero no encontraron nada fuera de una chaqueta impermeable clásica de la marca Quechua que además estaba fijada fuera en la mochila. Un energúmeno de dos metros se puso tan nervioso que hasta buscó una botella y un casco y con esto intentó sonsacarme una confesión delante de la camera.
A partir de este momento empezó el vals de los furgones, el primer cacheo en el cuartel y después otro en la GeSa, una cárcel extra construida especialmente para el G20 y que costó 5 millones. Se trataba de un viejo almacén que consiste en muchos container, dentro de los cuales, solamente iluminado por la luz artificial de neon, estaban incontables celdas prefabricadas.
Una vez allí primero me desnudaron completamente, hasta controlaron las costuras de mis calzoncillos y me quitaron el reloj y el suéter, por mi seguridad. Después me hicieron la prueba de alcoholemia y al final me fotografiaron y dos policías me acompañaron a la celda, me sujetaron uno a cada lado y me doblaron los brazos a la espalda, un método que han utilizado cada vez que me trasladaron. Antes de encerrarme en la celda me quitaron los zapatos y las gafas, todo siempre para mi propia seguridad. La celda era oscura, insonorizada y provisto con un banco di madera muy estrecho y un botón para llamar en caso de tener que hacer las necesidades. No me permitieron llamar a un abogado hasta las 4:30 de la mañana, encontrarlo solo me lo permitieron varias horas después.
En este lugar había varios maltratos y presión psicológica. Algunos de nosotros fueron presentados al juez sin el permiso de la presencia de un abogado. Y cuando había un abogado, era inútil delante a estos jueces porque lo único que querían era saber si admitías tu delito o no. Después de muchas horas más en el GeSa empezaron a transferir los presos a cárceles.
Primera estación Billwerder. Allí estuvo dos o tres horas antes de que me volvieron a empaquetar y me mandaron a una otra cárcel, una cárcel para menores de régimen cerrado que se abrió solo por una decena de nosotros. Celdas individuales, una hora diaria de aire libre y contacto con otros, las 23 horas restantes encerrados dentro (para el permiso de más, el jefe tenía que asegurarse de que lo merecíamos). Nos permitieron llamar al abogado/a la abogada después de 4 días y preguntando continuamente.
Cuando empezaron a soltar a l@s compañer@s aleman@s, después de 6 días nos llevaron tod@s de vuelta a Billwerder, donde encontré Orazio (sabía desde hace uno o dos días que lo habían detenido) y conocí l@s otr@s compañer@s italian@s y internacionales. También aquí, después de unaprimera noche en un ala nos transladaron a otra, donde estamos desde una decena de días.
Durante nuestra estancia aquí fuimos testigos de otra escena absurda, la revisión de las detenciones. Los jueces, todos hombres y mujeres muy jóvenes, estaban loc@s por hacer carrera sobre nuestras espaldas. A l@s internacionales nos confirmaron que tuvimos que quedar en la cárcel. Con la cabeza baja para no tener que mirarnos en la cara nos leían los juicios ya escritos y absolutamente de acuerdo con la fiscalía. En mi caso específico no me comunicaron ni siquiera los motivos para rechazar el recurso contra la detención, ya que mi caso sería igual que el anterior. Y esto que en tiempos “normales” se prevé nada más que una multa para los delitos de que nos acusaban (haber tirado una o dos botellas). Pero seguramente esto fue el resultado de protestar contra una cumbre totalmente provocadora en Hamburgo (después de que la ciudad se había negado a hospedar los juegos olímpicos), muy cerca de barrios siempre resistentes de St. Pauli, Altona y Sternschanze — los autoridades alemanes se han apresurado de hacer las penas más duras.
La línea dura de Dudde (jefe de la policía de Hamburgo en realidad jefe de operaciones en ocasión de G20) y sus esbirros ya se veía en los días anteriores a la cumbre, cuando fueron atacad@s y aporread@s l@s activistas que querían pasar la noche en las tiendas en unos – por cierto autorizados – campos. Sin embargo estos ataques no tenían el efecto deseado: la gente no se desanimó.
Y entonces, el 6 de julio, el día para el cuál la prensa alemana ya desde hace días y meses anunciaba la llegada del “más grande bloque negro de la historia”, en Hamburgo estalló la revuelta. Muchos de nosotr@s estuvimos presentes cuando los esbirros de Dudde — después de ordenes nerviosos escuchados de un altoparlante — atacaban con porras, camiones cisterna y spray de pimienta a una manifestación que ni siquiera había comenzado. Tal vez creían de veras que con 15.000 policías podían mantener el orden en las calles de Hamburgo. Lo que muy al contrario pasó realmente lo habéis visto tod@s. La violencia de la policía alemana hizo estallar una situación ya cargada. Las chispas se extendieron y los focos de conflicto se encendieron en
todas partes.
El asedio contínuo a la zona roja y a los hoteles en los cuales se alojaron los poderosos del mundo y sus delegaciones, estas delegaciones tenían que utilizar helicópteros y la metro, mientras en la ciudad estalló un infierno. Con cada intento de agravar la situación, la ira colectiva se volvió contra ellos. Es lógico que en el caso de derrotas aplastantes la policía reacciona con los peores medios de represión: detención masiva, cierres de rutas en todas las ciudades alemanas y detenciones arbitrarias. Hoy sabemos que hay todavía 36 compañer@s pres@s, y aproximadamente 50 denuncias contra la violencia de las tropas de Dudde.
Para tod@s nosotr@s será una experiencia que nos acompañará durante mucho tiempo — no solamente por el arresto que no puede hacerle nada a nuestros ideales, sino porque hemos aguada la fiesta a los poderosos del mundo, la fiesta de los que en los baluartes del “desarrollo” y de la democracia todavía matan y encarcelan a todos los que se oponen a sus políticas, la fiesta de los que deciden sobra las vidas de nuestras hermanos y hermanos migrantes. Estamos convencidos de que el derecho está de nuestra parte, y con el vuestro apoyo nos mantenemos firmes hasta el final. Muchos de los presos aquí nos han preguntado si estamos en la cárcel por el G20 — y sonríen y nos estrechan la mano. ¿Por lo demás — un ladrón por necesidad no es otra cosa que una víctima de los ciclos del capital? ¿Y a qué sirven las cárceles sino a proteger los ricos? Nos sentimos conectados y solidarios con l@s compañer@s en todas las cárceles del mundo y con los que todos los días dan la via para sus ideales y son movidos por los mismos ideales. Esperamos de poder abrazaros todos dentro de poco!
Con el puño levantado
Ale
P.S.: Una pregunta a los much@s defensor@s y admirador@s de la Unión
Europea: ¿A qué sirve poner el derecho comunitario delante del derecho de los estados individuales y a qué sirve ser ciudadana de la UE si hay un tratamiento desigual en el extranjero? ¿A qué sirve el derecho comunitario si se les causa problemas a tus amig@s que quieren visitarte en la cárcel y “solamente” muestran el DNI y el permiso de conducir y requieren ver además el pasaporte. Ya desde hace mucho nos han dado la respuesta.